Sello del Triángulo

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En todo hombre anida una chispa divina, de su descubrimiento depende su realización como ser humano. Y para ello debe buscar dentro de sí mismo. 

Esta condición de buscador es común a todos los masones. La búsqueda comienza con el afán de querer conocer, descubrir  los aspectos del universo que nos rodea, de interrogarnos a nosotros mismos: tomamos conciencia de ser parte de un ciclo vital, es la condición de Aprendiz que nunca pierde el masón. 

El proceso que conlleva esta búsqueda iniciática comporta: realización, purificación, recreación y conocimiento de uno mismo. 

Tomará cuenta de las carencias propias de la naturaleza humana para elevarla y hacerla más bella y perfecta (piedra bruta y cúbica). 

Así pues, en nuestro sello podemos apreciar un cardo azul, emblemático del Monsacro, zona templaria por excelencia ubicada en el centro de los valles Astures. El cardo está ligado al templarismo y por ende a nuestra excelsa orden. Una leyenda narra cómo después de 1314, algunos caballeros templarios, por orden de su gran maestre, escaparon de la persecución refugiándose en Escocia, donde confiaron a quien debían y al rey De Bruce el mensaje espiritual del Temple; como gracias a estos refugiados el rey de Escocia ganó la batalla de Bannockburn, y en su favor creó la orden de san Andrés del Cardo, en la cual los caballeros Templarios depositaron su tradición. El cardo simboliza a su vez la planta que crece en tierra no cultivada (virgen) venciendo las dificultades. Es símbolo pues de triunfo y gloria. El cardo es triple, simbolizando a la Santísima Trinidad, con su santo afirmar, santo negar y santo conciliar. 

Detrás tenemos la cruz, que como decía Guénon, es sobre todo un símbolo de la totalización espacial. La cruz supone una expresión hermética del cuaternario. Expresa a la vez la unidad, el desdoblamiento y el retorno a la unidad, es decir, la Totalidad, como el rombo masónico formado por el compás y la escuadra. Nos recuerda el vínculo que nos liga a todos en la Orden. 

El lema DEO VINDICE: Dios nuestro valedor nos recuerda que nada se puede hacer sin su ayuda, protección y gracia. 

El rojo de la cruz está relacionado con la sangre redentora de Cristo; siendo en el cristianismo el color que corresponde al Espíritu Santo. 

El fondo degradado del blanco al negro alude al pasaje bíblico del génesis: “…y las tinieblas cubrían la superficie del abismo mientras el espíritu de Dios aleteaba sobre las aguas. Dijo Dios: haya luz, y hubo luz” (Gén 1:2-4)

El color plata simboliza la pureza de corazón, acción e intención necesarios para alcanzar la Gnosis o conocimiento trascendente. 

El verde que rodea el escudo simboliza la esperanza, virtud imprescindible para perseverar sin desánimo en medio de las ordalías iniciáticas y llegar al último y sublime grado de Maestro Escocés de san Andrés. 

Tenemos también en el azul, que según Kandinsky es a la vez un movimiento de alejamiento del hombre y un movimiento dirigido hacia su propio centro que, sin embargo, atrae al hombre hacia lo infinito y despierta en él un deseo de pureza y sed de lo sobrenatural. Está asociado al cielo o bóveda estrellada y es considerado el color de las altas vibraciones espirituales. 

Es pues este emblema un maravilloso pantáculo que nos indica el camino del ars magna que todo iniciado debe realizar en su crisol interior. 

Para el masón la búsqueda de la verdad tiene su expresión en alcanzar la iniciación, en poner en práctica la fórmula operativa de la simbólica iniciación que ha recibido.


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